lunes, 5 de marzo de 2012

La Piedra de Rosetta


Champollion y la Piedra de Rosetta
Durante siglos, generaciones de eruditos intentaron sin éxito desentrañar los misterios de una de las civilizaciónes más antiguas del mundo: el Antiguo Egipto. Todos estos intentos se topaban con un obstáculo que se creía insalvable, y es que desde el siglo IV, cuando los últimos restos del paganismo fueron barridos por la incipiente religión cristiana, nadie había sido capaz de leer las antiguas escrituras egipcias. A esta escritura se le llamó "jeroglífica", término procedente de palabras griegas que significan "escrituras sagradas". Pero la complejidad de esta escritura y la imposibilidad de conocer su significado convirtió a la palabra "jeroglífico" en sinónimo de enigma de difícil o imposible interpretación. Sólo un genio podría solucionar el enigma, y ese genio sería Jean-François Champollion.

Champollion basó el trabajo de su vida en la traducción de los jeroglíficos inscritos en la Piedra de Rosetta, aunque curiosamente, él jamás llegó a ver con sus propios ojos la famosa piedra. La Piedra de Rosetta es un fragmento de una antigua estela egipcia de granodiorita inscrita con un decreto publicado en Menfis en el año 196 a. C. en nombre del faraón Ptolomeo V. El decreto aparece escrito en tres alfabetos: el texto superior en jeroglíficos egipcios, la parte intermedia en escritura demótica y la inferior en griego antiguo.

Los principales avances de la decodificación fueron el reconocimiento de que la estela ofrece tres versiones del mismo texto (1.799), que el texto demótico usa caracteres fonéticos para escribir nombres extranjeros (1.802), que el texto jeroglífico también lo hace así y tiene similitudes generales con el demótico (Thomas Young en 1.814) y que, además de ser usados para los nombres extranjeros, los caracteres fonéticos también fueron usados para escribir palabras nativas egipcias (Champollion en 1822-1824).

Originalmente dispuesta dentro de un templo, la estela fue probablemente trasladada durante la época paleocristiana o la Edad Media y finalmente usada como material de construcción en un fuerte cerca de la localidad de Rashid (Rosetta), en el delta del Nilo. Allí fue hallada en 1.799 por el soldado Pierre-Francois Bouchard durante la campaña francesa en Egipto. Las tropas británicas derrotaron a las francesas en Egipto en 1.801 y la piedra original acabó en posesión inglesa bajo la Capitulación de Alejandría. Transportada a Londres, lleva expuesta al público desde 1802 en el Museo Británico, donde es la pieza más visitada.

Antes de ser cedida a los ingleses, los estudiosos franceses de la expedición egipcia realizaron copias de las inscripciones que terminaron llegando a manos de Champollion. Con estas inscripciones, con jeroglíficos procedentes de otros monumentos egipcios (entre ellos las del templo de Abu Simbel y con muchos años de arduo estudio del idioma copto (idioma que desciende directamente del egipcio hablado en tiempos de los faraones), Jean-François consigió al fin desentrañar los secretos de la Piedra de Rosetta y, por ende, de la escritura egipcia.

Desde su hallazgo la piedra ha sido objeto de rivalidades nacionales, incluida su transferencia de manos francesas a británicas durante las guerras napoleónicas, una larga disputa sobre el valor relativo de las contribuciones de Young y Champollion a su desciframiento y, desde 2.003, demandas para el retorno de la estela a Egipto.

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